domingo, 14 de diciembre de 2025

EL PACTO CRIMINAL: Autoridades de Hidalgo, Tamaulipas, Usan Ambulancia para Entregar Víctimas Heridas a la Columna Armada

  • CRIMEN DE ESTADO: Policías de la secretaría de seguridad pública de Tamaulipas y Protección Civil  Entregó Pobladores de Buenavista Directo a los Asesinos

POR: Néstor Troncoso 

19 de abril de 2020. El ejido Buenavista amaneció sitiado. No era una metáfora: toda una comunidad estaba secuestrada. La entonces diputada Noemí Estrella Leal lo dijo ante un noticiero nacional con una frialdad que aún estremece: “los tenemos encapsulados”.  

Los disparos eran constantes. Cualquier movimiento, cualquier silueta que se asomara en las inmediaciones era blanco de las balas que provenían de “la casona”, propiedad del líder criminal Octavio Leal Moncada.  

Ese día, Francisco Alberto Betancourt Torres salió. Tal vez por necesidad, tal vez por un descuido. Una bala le atravesó el brazo, destrozando hueso y carne. Desde las 9:15 de la mañana comenzaron las llamadas al 911. La comunidad imploraba una ambulancia. Como tantas veces, las autoridades escucharon… pero no atendieron. La noticia, sin embargo, trascendió más allá de Buenavista y del municipio de Hidalgo. El eco de un herido sin atención médica llegó a nivel nacional.  

A las 11:30, finalmente, una ambulancia escoltada por dos patrullas estatales entró al ejido. El paramédico hizo lo posible: vendajes, maniobras de urgencia. Francisco fue colocado en una camilla. Lo acompañaban su esposa Nuri Álvaro Rivera, su hermana Marisol Betancourt Torres y El pequeño Pepe, su hijo de apenas seis años.  

La ambulancia avanzó hacia Hidalgo, a un kilómetro de distancia. De pronto, nuevos disparos. Los habitantes, aún cautivos, llamaban desesperados para saber qué ocurría. El desenlace fue brutal: las patrullas abandonaron la ambulancia y el grupo criminal la interceptó.  

Marisol fue ejecutada al intentar descender; su cuerpo quedó colgando de la puerta. Nuria cayó al instante de pisar el suelo, intentando proteger a su esposo. El niño, inmóvil dentro de la ambulancia, presenció cómo masacraban a su familia. Con voz temblorosa movió a su tía: “¿Tía, todavía estás viva?”. El cuerpo inerte cayó bajo la ambulancia.  

El horror no terminó allí. El menor fue golpeado y bajado de la unidad. Noemí Estrella Leal apareció en el lugar, arrebató teléfonos y, con desprecio, lo empujó: “Hazte a un lado, mocoso”. El niño sangraba, sin comprender nada.  

En una camioneta negra lo subieron junto a su padre, aún con vida. Ante Octavio Leal Moncada, Humberto fue torturado. El niño vio cómo le mutilaban el brazo. Lo último que escuchó fue la orden del líder criminal: “Llévense a este escuincle y denlo en adopción”.  

El pequeño fue trasladado al hospital de Hidalgo, cubierto de sangre propia y ajena. Después, entregado sin documentos ni cuidado alguno a autoridades que lo “aventaron” hacia un familiar en Ciudad Victoria. Literal y simbólicamente, lo lanzaron a la nada.  

Mientras tanto, la comunidad de Buenavista permaneció secuestrada hasta diciembre de 2021. El “rescate” fue parcial, improvisado, marcado tanto por gestos humanitarios como por conveniencias políticas. Como al hijo de Humberto, los sobrevivientes fueron abandonados.  

Hoy, diciembre de 2025, el niño vive con el trauma intacto. Nunca recibió apoyo del Estado mexicano. El hecho ha sido ocultado. Los habitantes de Buenavista, supuestamente “rescatados”, son tratados como estorbo, a veces peor que delincuentes.  

La deuda del Estado con ellos es inmensa. Sin embargo, los políticos siguen posando sonrientes junto a los criminales, en fotografías oficiales. No importan las órdenes de aprehensión, no importan los crímenes atroces: el gobernador de Tamaulipas aparece orgulloso, codo a codo con quienes sembraron el terror en Buenavista.  

A veces, el país se revela en los ojos de un niño.  

No en sus juegos, sino en su espanto.  

No en su risa, sino en la sangre que no sabe si es suya.  

Aquel día, la ambulancia no fue salvación,  fue altar de sacrificio.  

Y él, pequeño testigo,  miró cómo la vida se deshacía en las manos de quienes debían protegerla.  

No lloró.  

No gritó.  

Sólo preguntó si su tía aún respiraba,  como quien busca en la muerte una última caricia.  

El Estado lo abandonó dos veces:  

cuando permitió la masacre,  

y cuando fingió que no había pasado.  

Hoy camina con la memoria tatuada en el cuerpo,  con la infancia hecha esquirla,  con el silencio como único refugio.  

Pero su testimonio no se borra.  

Está en cada sombra que proyecta la ambulancia detenida,  

en cada manta blanca que el viento agita,  

en cada fotografía donde los criminales sonríen junto a los gobernantes.  

Este niño no es sólo víctima.  

Es testigo.  

Es verdad.  

Es la herida que aún sangra en el rostro de México.

LA TRAICIÓN DE LAS AUTORIDADES DEL ESTADO. 

Aproximadamente a las 9:00 de la mañana un impacto de bala causó la herida de Francisco Alberto, desde el primer instante se realizaron llamadas a las diferentes autoridades para que pudiera recibir los primeros auxilios y fuera trasladado a un hospital 

💔 La Indignidad del Auxilio

Eran aproximadamente las 11:20 de la mañana cuando la ayuda médica finalmente llegó, pero lo que debería haber sido un alivio se convirtió en una nueva afrenta.

El encargado de la ambulancia, cuyo deber era socorrer, se dirigió a las víctimas secuestradas en el ejido Buenavista con una actitud de absoluto desprecio y palabras profundamente despectivas. En lugar de brindar la atención humanitaria que desesperadamente se requería, interactuó con los ciudadanos heridos como si fueran una molestia, no personas.

Este servicio no fue "auxilio"; fue un acto de crueldad e indignidad que se sumó al dolor. Quien supuestamente venía a atender al herido, lo que hizo fue herir aún más la esperanza y la dignidad de cada persona.

🛑 La Traición Bajo el Uniforme

El Director de Protección Civil de Hidalgo, Tamaulipas, C. Miguel Ángel Villanueva Castro, llegó al ejido, escoltado por dos patrullas, símbolos vacíos de la protección que se esperaba.

Consciente de la gravedad de la situación, él mismo prestó los primeros auxilios. Un acto que, en cualquier otra circunstancia, sería heroico. Pero esta ayuda fue una farsa cruel.

Porque este servidor público no estaba allí para salvar. En un acto de complicidad inaceptable, sabía perfectamente cuál era el destino final de las víctimas: subirlas a la misma ambulancia para ser entregadas directamente al grupo de asesinos de la columna armada.

La persona que debía protegerles se convirtió en el eslabón final de su pesadilla.

Este no es un error, es una traición profunda a la confianza ciudadana y a su juramento de servicio. Es la prueba de que el dolor de los ciudadanos fue utilizado como moneda de cambio.


📢 El Legado de la Indignidad y la Traición
Hemos sido testigos de un panorama que rompe el alma y destroza la confianza en quienes juraron protegernos. Lo que sucedió en el ejido Buenavista no es solo un relato de secuestro; es la historia de una doble condena.
A las 11:20 de la mañana, cuando la esperanza se aferraba al sonido de la ambulancia, el auxilio no trajo alivio, sino una nueva dosis de dolor. Vimos cómo el encargado médico interactuó con las víctimas con un desprecio inhumano y palabras despectivas. Quien debía sanar, hirió la dignidad.
Pero el clímax de esta pesadilla recae sobre la figura que portaba el uniforme de la ley. El Director de Protección Civil, C. Miguel Ángel Villanueva Castro, llegó escoltado, prestando "primeros auxilios" que eran la antesala de la tragedia.
Su acto de servicio fue una mentira despiadada. Él no estaba allí para rescatar. Él estaba allí para entregar.
Consciente de su destino, este servidor público subió a los heridos a la misma ambulancia para depositarlos, como si fueran mercancía, en manos del grupo de asesinos de la columna armada.
Deténgase un momento y sienta la profundidad de esta traición.
Esta es la verdad incómoda que debemos enfrentar: en un momento de desesperación absoluta, la propia autoridad se convirtió en el eslabón final de la cadena de dolor. El dolor de nuestros ciudadanos fue utilizado y canjeado por el silencio y la complicidad.
Esta historia no puede ser olvidada. Es un recordatorio doloroso de que la indiferencia y la traición oficial son tan letales como la violencia misma.
Exigimos justicia. Exigimos dignidad. Exigimos un cambio radical para que la protección nunca más sea una farsa y el auxilio nunca más sea un acto de desprecio.





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